jueves, 3 de enero de 2013


LO QUE DEBE HACER UN 
ÁRBITRO DE FÚTBOL…

Tomás Baños, Marco A. Tlacuilo, Gustavo Rodríguez
ANTES DEL PARTIDO.- Repasa con frecuencia el reglamento de futbol. Imprégnate de su espíritu y haz que sea tu compañero inseparable. Siempre encontrarás en él, algo que refuerce tus conocimientos o, cuando menos, los refresque.
Unas fechas antes de un partido, cuídate a fondo. No trasnoches, no bebas ni fumes y, en general procura no cometer excesos de ninguna clase. Piensa que el día del encuentro tus fuerzas responderán si las cuidaste, fallando en caso contrario, con el consiguiente perjuicio para ti, pues llegarás a las jugadas tarde, mal o nunca.
Ya en el mismo día del partido come poco, pero elige alimentos de fuerte poder nutritivo. Dos horas antes del encuentro debes haber terminado de tomar los alimentos. El estómago en plena digestión de una comida copiosa, entorpecerá tu labor, te sentirás pesado y las ideas llegarán al cerebro, tardías y difusas. 
En el arbitraje, la rapidez de razonamientos es gran factor de éxito. Ni antes ni después del partido aceptes invitaciones o comidas de los dirigentes del club o personas afines a ellos. Tus compañeros deben ser árbitros y nadie más. Lo contrario es sembrar la suspicacia y entorpecer tu trabajo. Hazte respetar con una conducta impecable.
Llega al campo de juego dos horas antes de comenzar el encuentro. Hazte cargo de las fichas y credenciales de los jugadores, entrenador y masajista, repasándolas. 
Luego, extiende el acto o al menos procura que esto se haga en tu presencia. Llegar a un partido con el tiempo justo es perjudicial para una perfecta tranquilidad de espíritu, que ha de hacerte mucha falta a lo largo de los noventa minutos de juego.
No uses siempre el mismo calzado. Para terreno con barro, la bota; pero en piso seco utiliza zapato ligero de piel fina, que te permita hace rápidos desplazamientos sin molestias de ninguna clase.
Cuando elijas lo que ha de ser tu vestuario arbitral procura ser discreto. No llames la atención por nada y date cuenta como el público fiscaliza los menores detalles, sin que sea aconsejable excederte en el tono de seriedad que debe prescindir toda acción de un juez de campo.
Escoge un silbato de tono fuerte, con preferencia los llamados de "FOX" por más sonoros y difíciles de apagar con el eco de las voces. De que tu silbato se oiga mejor o peor depende, en muchas ocasiones, el éxito o fracaso de un arbitraje, aparte de un golpe de sonido fuerte y enérgico es de gran impresión para el público como síntoma de seguridad arbitral.
En el vestuario -ya en el ambiente del partido- no hables de tus propósitos sobre tal o cual jugador. Las palabras dichas seguramente con la mejor buena fe, pueden ser escuchadas por quien las interprete de modo sinuoso y perjudicial para tu labor, ya de por sí complicada y difícil. 
Piensa lo que dices, habla poco.
Antes de salir al campo, a solas con los árbitros asistentes y cuarto hombre –en caso de que las condiciones lo faculten-, indica a estos las instrucciones sobre la forma en que te han de ayudar. Hazlo en tono cordial, cariñoso, huyendo de cuanto signifique molestia pero hazles ver de supeditarse a tu manera de apreciar las jugadas. Ellos son solo tus auxiliares consultivos. Nada más. Una cosa es te ayuden a dirigir el partido y otra que lo dirijan.
En los partidos de campeonato, revisa las redes antes de comenzar. Este pequeño trabajo es útil y compensador. 
Una red rota por algún sitio -especialmente en sus costados- es siempre temible para la buena marcha del partido. Esta misión ha de realizarla al salir al campo tus asistentes, quienes deben darte cuenta antes de comenzar sobre el resultado de la revisión. 
"La misión del árbitro es dirigir el partido y no el de pronunciar un sermón antes del encuentro donde pida a los jugadores tengan espíritu deportivo, amenazándoles con sanciones que deberá imponer en el transcurso del juego"
Después del sorteo, comprueba la hora de tu cronómetro con la de tus compañeros de equipo, a quienes deberás consultar de nuevo, y en forma ostensible minutos antes de finalizar cada periodo. En modo alguno permitas salgan tus auxiliares sin reloj para controlar la hora. Junto a las porterías no deben quedar masajistas, entrenadores o menores, podría ser causa de algún serio conflicto, como ha ocurrido más de una vez.

DURANTE EL PARTIDO.- Al empezar, conserva integro el dominio de los nervios. No temas a nada, pero se justo y procura seguir el juego de cerca. Corre cuanto puedas, sin estorbar las jugadas, administrando tus energías, y date cuenta de que un fuera de juego castigado en línea con la delantera infractora no será nunca tan discutido como si lo haces desde medio campo.
Cuando castigues, pita con decisión y rapidez. Nunca titubees y da tus fallos de manera decidida. De esta forma transmitirás al público la sensación de que conoces tus deberes y el jugador observará en ti un hombre energético conocedor de arbitraje. Una falta castigada simultáneamente a su realización es siempre de gran efecto. Por el contrario, si lo haces segundos después, harás creer al público y Jugadores que caminas bajo presión de los gritos.
Nunca llames la atención de un jugador poniéndole la mano encima ni tampoco vayas a él en actitud descompuesta y teatral. Lo que adviertas, por graves que sean tus razones, nadie tiene derecho a figurárselo y debe quedar entre tú y él. La ira es siempre pésima compañera de un buen arbitraje. Haz buen uso de las tarjetas.
La tarjeta amarilla, para amonestar y la roja de expulsión, fueron creadas para reforzar nuestra autoridad en el terreno, evitando el peligroso diálogo. Debe ser presentación verbal, muy restringida, da resultado si se hace oportunamente y sin abusar de ella. El mal empleo de las tarjetas, es decir, "arbitrar a tarjetazos", no prestigia la función, sin ser mejor árbitro el que más tarjetas presenta, sino el que lleva el partido a buen fin, con menor número posible de aquellas.
Es claro que después de enseñar una tarjeta amarilla, es decir de aviso, en caso de nueva falta, una segunda cartulina amarilla y forzosamente la roja.
Cuando un fallo dado por ti, y de cuya justicia estás plenamente seguro, sea protestado por el público, no te envuelvas en una actitud retadora o con sonrisa despectiva. Conserva la serenidad y sigue el camino adelante. Lo contrario además de feo, volcará sobre ti, antipatía de quienes aun no se metían contigo. Y con la torpeza realizada habrás aumentado las proporciones de la "tormenta".
La tarjeta roja, es un instrumento formidable que el reglamento entrega a tu inteligencia. Precisamente por su gravedad, has de ser moderado en esta clase de sanciones, aparte que no es mejor árbitro quien más expulsiones realiza, sino quien logra terminar sus partidos plenos de autoridad y sin llegar a utilizar recursos tan severos.
Ten siempre abiertos los ojos; pero ábrelos más cuando el balón llegue al área de penal o sea, en las proximidades a la portería. Ahí es donde suelen someterse las mayores ilegalidades; unos, para evitar el tanto; otros, con el fin de lograrlo. Cualquier equivocación tuya en estos últimos metros puede ser decisiva en el resultado final.
No tengas dos criterios: uno para las faltas cometidas dentro del área y otro destinado a las que, siendo iguales, ocurran fuera. Proceder así quita autoridad, irrita al público, es mal ejemplo y desorienta a los jugadores. Para el buen árbitro no existen zonas de campo y si un Reglamento que debes cumplir.
Es corriente que los jugadores liquiden sus rencores con frases desagradables, ofreciéndoles golpes, cuya realidad estás obligado a evitar siendo enérgico que sea preciso, según las circunstancias. Y, sobre todo, corta de raíz esos gestos de desafío, los intentos de tomar la justicia por su mano, casi siempre preludio de tormentas donde la primera víctima serás tú. 
De manera discreta vigila el grado de confianza que merezcan tus jueces de línea. Ten para ellos máxima consideración mientras sean dignos de ella y no toleres que los jugadores o cuerpo técnico, les discutan y ofendan.
Apóyate en los árbitros asistentes, pero no excesivamente. Esto último será cómodo, diluye responsabilidad, pero quita al árbitro ese mando y personalidad que tanto necesita. La única decisión absoluta en el campo es la tuya. Consérvala por propia dignidad de función.
Los entrenadores deben pedirte permiso para entrar al campo. No permitas el mal efecto de que los preparadores encaucen, orienten y aconsejen desde su puesto de terreno en el costado central. El entrenador -así está legislado- ha de ser durante noventa minutos discreto, mudo y correcto. Si está en lugar privilegiado es por si tú lo necesitas. Nada más.
Si un jugador se lesiona, no pares el juego hasta cerciorarte de que el balón esta fuera del terreno; pero si es muy grave el accidente, puedes y debes hacerlo; toma en cuenta la simulación de faltas, esta medida es importante porque los trucos en futbol tienen gran parecido a la realidad.
Como eres hombre y no Dios, te equivocas, más cuando reconozcas el error, ten calma y no quieras compensar favoreciendo al bando perjudicado, con un fallo posterior favorable a ello. Si haces tal cosa, ante los ojos de las personas rectas y competentes habrás duplicado tu equivocación inicial. La inmoral "ley de la compensación" es siempre recusable.
Si tomas una decisión nunca te vuelvas atrás cuando estés convencido de su justicia. No hay nada tan desmoralizador, que dañe más a un árbitro, como verlo vacilante juguete de los acontecimientos y las pasiones. Ante el jugador y aficionado estás en el deber de dar sensación  de que los acontecimientos caminan detrás de ti, nunca delante.
Con frecuencia actuarás en ambiente de pasión. Si castigas una falta grave, procura que oigan tu silbato, y si dudas de que esto  no haya sucedido, indica con el brazo la nulidad de cuanto haya ocurrido. Es frecuente que los gritos de la masa ahoguen el sonido, por más fuerte que este sea.
Si durante el encuentro ocurre cualquier incidente de los jugadores o tuyo con el público, en modo alguno intentes solucionarlo personalmente, porque ello puede dar lugar a malas interpretaciones y agravación de los hechos. Requiere al inspector autoridad de campo para que éste, después de oír  tus informes, proceda en consecuencia.
Permite el juego de cargas en la forma que este autorizado por las reglas de juego. Desterrar aquellas es vulnerar el reglamento, convirtiendo a los jugadores en hombres y mujeres de cristal. Y el futbol es deporte atlético  para hombres y mujeres de buena fe.
Si te ves precisado a sancionar con un penal,  no ordenes su ejecución sin antes echar una hojeada para cerciorarte de que todos los jugadores están bien colocados.
Esto es siempre más práctico y conveniente que verte obligado a repetir el castigo por mala colocación de los jugadores. Vigila que el arquero no se mueva hacia el frente antes del tiro.
Aplica las reglas con exacta interpretación y diferencia el hecho causal del intencionado y no des nunca el deplorable espectáculo de convertir en libre indirecto un penal, es decir; el castigo por vulnerar cualquiera de las diez faltas graves previstas en la Regla XII. Escamotear lo legislado es el caso del juez que burlar el código. Y esto no se puede hacer dignamente.
Nunca beneficies con tus decisiones al bando que cometió la falta, es decir; has que se cumpla el reglamento y no permitas se coloquen frente al balón, cortar el avance de un atacante para castigar al bando que defiende y cuando el balón quedó en el poder del atacante es desconocimiento  del reglamento y colaborar con el bando infractor.
Procurar que las reanudaciones de juego y tiros libres se efectúen con mayor rapidez, pero con el balón detenido, sin dar tiempo para que el bando infractor se coloque. No proceder así es como colaborar con ellos y eso es ir contra el reglamento. Cuando hagas la medición de los nueve metros quince centímetros, hazlo por un lado de la barrera y no de frente, empujando a los jugadores. Este último sistema no es recomendable y puede ser semillero de incidentes recuerda que el jugador que ejecute el castigo tiene derecho a pedir medición entre el balón y la barrera, es decir, los 9:15 metros. Jamás permitas que ejecuten el saque cuando estés midiendo.
Haz que tus auxiliares trabajen escalonados, que se repartan las zonas del terreno de juego encomendadas a su vigilancia. Para que el trabajo resulte perfecto en cuanto a visión total, uno de los árbitros asistentes debe atender cuanto ocurra a tus espaldas. El está allí para eso y no para ver el partido. Si el equipo arbitral funciona bien no pueden existir zonas ciegas.
Este dispuesto que cuando se lance un tiro libre el árbitro levante el brazo para indicar si es indirecto, sin hacer indicación alguna cuando sea directo. Cumple esta disposición para evitar conflictos posteriores y piensa que los jugadores y público, no tienen derecho a interpretar tus decisiones. 
Con la decisión de poder volver al terreno los jugadores que hayan salido de él, sin aguardar que el juego este parado, pero con el necesario permiso del árbitro, vigila atento éstas situaciones. El jugador ha de aguardar cerca de la línea de banda a que tú hagas un gesto autorizándole a entrar en el campo. Ello es imprescindible.
El descanso no debe exceder  a un máximo de 15 minutos entre la salida del terreno de juego ni la entrada al mismo. Así está mandado y el árbitro se halla en lugar de cumplirlo. Los intermedios de más tiempo es burla de lo dispuesto daña físicamente a los jugadores y supone desconsideración para el público. Cumple lo ordenado y da buen ejemplo.

DESPUÉS DELPARTIDO.- No fumes jamás al término del encuentro y menos aun en su intermedio. El cuerpo humano no se encuentra en estos momentos bajo el estado propio de quien realizo un gran esfuerzo, y el tabaco es entonces para el organismo verdadero y auténtico veneno.
Ten cuidado en tus comentarios. Cualquier indiscreción puede proporcionarte disgustos, y recuerda aquello de la “palabra que dices ya no es tuya”. Se discreto y no presumas de nada. Tú en el campo hiciste lo que debiste hacer  y nada más.
Si los asistentes se han portado bien, demuéstrale tu agradecimiento con palabras cariñosas porque a todo el mundo gusta el trato caballeroso y cordial. Y además, es lógico que compenses de esta forma a quienes fueron tus fieles colaboradores.
Al regreso no alardes entre tus compañeros. El hombre que habla de sí, termina por hacerse odioso. Por otro lado, si es cierto que triunfas, deja que lo divulguen los demás, hacer lo contrario es fomentar los malos quereres y envidias  que ya de por sí acompañan a todo el que se eleva.
Por todo y sobre todo, se buen compañero. Si estás en la tribuna y algún colega critica una actuación, no le sigas y piensa que esos mismos errores pueden ser tuyos el día de mañana. Criticar es siempre de mal gusto, demuestra incapacidad y es sólo propio de espíritus mezquinos.
En la ciudad donde vivas no hagas tertulia en clubs o círculos que reúnan jugadores o dirigentes y procura el aislamiento, por beneficioso. El roce diario con quienes has de hacer ver fechas más tarde que eres la autoridad máxima en el campo resulta contraproducente y nada beneficioso en tu labor. Sé amable, pero guarda el sitio y no des confianzas, pues más tarde lo pagarás.
Has vida buena y normal. Es feo embriagarse o jugar dinero pero aparte de ello, no es concebible un deportista alcohólico, jugador desordenado, vicioso. Piensa que los actos externos te proporcionarán la etiqueta que merezcas como persona y todo te hará falta en tu difícil labor de juez deportivo.
Cree que siempre estás en condiciones de aprender y estudia cuanto se escriba en cuestiones técnicas, observa los arbitrajes de compañeros que puedan enseñarte y, en general, piensa que la edad de ampliar conocimientos jamás se termina. Cuanto  mayor sea tu ansia de aprendizaje más lejos llegarás.
Después de los partidos procura que nunca transcurran tres días sin hacer ejercicio. Corre para conservar la forma física, ya que sin esto no hay posibilidad de hacer nada útil. En la báscula vigila el peso y no te dejes ganar por los kilos, siempre el mayor enemigo de tu  velocidad.
Si hasta tenido algún incidente en el partido o después de este, consígnalo en el acta o anexo, haciéndolo en forma puramente objetiva, es decir, sin comentarios ni calificativos, así está dispuesto por los organismos superiores quienes tienen la alta misión de calificar los hechos.
En tus informes de cualquier especie, jamás te dejes llevar por el sentido de venganza, simpatía o antipatía. Cuenta la verdad de los hechos en forma llana y simple, sin aumento ni disminución de lo que haya ocurrido. Lo contrario desprestigia y envilece tu noble misión de notario deportivo. 
Después del partido has un examen personal y sincero de conciencia. Ella dirá la verdad sobre tu trabajo. Esto es más honrado e inteligente, que cerrar los ojos y creer que actúas siempre con acierto. ¡Sé humilde al examinar tu conciencia! La soberbia es mala compañera del árbitro.
Cuidado con las noches alegres después del partido, dejarte acompañar por dirigentes que celebran un éxito es fácil, pero muy peligroso; fechas más tarde puedes volver a dirigir un partido al mismo club, entonces te recordarán aquellas horas alegres….
Desconfía del compañero que solo encuentra defectos en cada arbitraje que hacen los demás. Tú mira, observa y quédate con lo bueno que veas en cada colegiado. Ir a los campos en busca de errores de quien actúe es ruin y demuestra existencia de complejo, de inferioridad y falta absoluta de compañerismo.
En el local de tu Colegio, relaciónate con los compañeros de fondo noble y limpio que tengan preocupaciones técnicas, ansias por aprender. Huye de los murmuradores, de quienes no tienen otro tema que ocuparse de los demás en lugar de hacerlo de ellos mismos, aunque por lo general les hace buena falta.
Jamás te dejes coaccionar por el halago o la súplica al redactar el acta del partido donde hubo incidentes, di siempre con la verdad, no perjudiques ni beneficies. Lo contrario te desprestigiará y hasta es posible que cueste grave disgusto, lo cual no sería nuevo. Lo hermoso es decir la verdad, y con ella se va a todas partes.
Por otro lado, no olvides que existe ese testigo mudo que son las cámaras de televisión y lo que tú silencies en el acta por amistad o temor, te lo pueden presentar más tarde en forma clara e irrebatible.
En tus relaciones con la prensa, se cordial con quienes cumplen deberes informativos,  pero cumple lo que esté ordenado por los organismos superiores, habla poco. (Escrito por Don Pedro Escartín. Actualizado por Tomás Baños Islas).

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